Muchas veces he dicho a lo largo y a lo ancho de este blog, que los niños son inteligentes y razonan. Creo que el motivo por el que lo sigo repitiendo tiene que ver con la cantidad de veces que escucho en mi entorno que “los chicos de hoy” ya no piensan y que la tecnología los idiotiza. Hay una sensación de que todo está perdido.
Hay algo que desde nuestro rol docente considero fundamental: la actitud de investigador ¿En qué consiste? Tal como la palabra lo dice, en investigar, en pensar las situaciones desde el lugar de los niños (es la tarea más difícil del mundo). Una vez que logramos asumir esta actitud como una cosa cotidiana, nuestros ojos (junto a los del corazón), nos permitirán tener otra mirada. Ahí es cuando empezaremos a entender a los chicos y como consecuencia, podremos lograr una mayor empatía, vínculo y comunicación con ellos.
Para continuar desarrollando esta idea,me voy a detener en una simple actividad de Matemática, que hoy hicieron los niños de segundo grado. La tarea era la siguiente:

La consigna no explícita (no dicha ni escrita) era que compararan cada pareja de números, con lo cual tenían que rodear cuatro números.
¿Qué fue lo que sucedió?
Sólo una parte del grado infirió que se debía comparar por parejas. El resto del grado lo resolvió interpretándolo de las siguientes maneras:
FORMA 1: observaron que había dos grandes grupos de cuatro números cada uno (separados espacialmente). Rodearon el más grande de cada grupo (900 y 800)
FORMA 2: compararon por parejas pero en sentido vertical. Por ejemplo: se fijaron entre el 400 y el 900 cuál era el más grande.
FORMA 3: no tuvieron en cuenta el criterio espacial y seleccionaron el mayor de todos los números que se presentaban (900).
Esto quiere decir que la consigna puede ser ambigua y que los docentes no tenemos por qué suponer que los niños la van a comprender de la “forma convencional” si nosotros no explicitamos oralmente lo que pretendemos.
Por otra parte, lo que me interesa destacar aquí es la importancia de entrenar el ojo para poder observar estas situaciones.
Un maestro que no ha desarrollado esta actitud de investigación y comprensión del pensamiento infantil, probablemente calificaría como incorrecta cualquier forma que se alejara de la convencional. Esto sería un gran error, pues no estaría valorando el gran esfuerzo que los niños hacen por acceder a los saberes.
Finalmente, cabe destacar que, frente a esta consigna, la actitud más constructiva como docentes, sería asumir que el enunciado es ambiguo y que los procedimientos de los niños (en cualquiera de las formas descriptas), son correctos y tienen la misma validez que la forma convencional.