Pandemia educativa

Artículo publicado originalmente en 2020

Por Carlos Durán*

Con la pandemia entre nosotros por tiempo indefinido, se desnudaron las falencias del sistema educativo argentino. Podemos hacer una lista de cuáles son, a grandes rasgos. También podemos entrar en la discusión de si la culpa es de la educación o de las desigualdades sociales. Que la culpa es del acceso a internet. Que la culpa es de las diferencias entre escuelas públicas y privadas. Que la culpa es de la corrupción enquistada en todos los gobiernos que han pasado hasta la fecha. Pero la verdadera discusión de fondo nunca se hace.
 
Nuestro sistema educativo tiene la manía de copiarse de otros países, incluso replicando propuestas que en éstos habían resultado un fracaso.
 
La realidad es que nuestro sistema educativo no solo es totalmente obsoleto, sino que nos hemos dedicado, década tras década, a intentar cambiar absolutamente todo, tanto da si funciona o no, para copiar experiencias de otros países. Peor aún, la mayoría de las veces para replicar experiencias que han sido totalmente fallidas en su lugar de origen. Desechamos de raíz el conductismo que educó a nuestros padres y abuelos, porque era malo, porque no permitía pensar, porque no daba derecho a la opinión personal de los alumnos. Copiamos punto por punto el sistema español, que iba a permitir la federalización de los contenidos, pero para lo único que sirvió fue para que cada provincia manejara presupuestos educativos totalmente arbitrarios. Intentamos copiar experiencias educativas más alejadas de nuestra cultura, mirando lo que hacen Japón, Singapur o Finlandia, u otras más cercanas pero igual de diferentes, como México o Chile. Da igual, los contenidos siguen siendo totalmente descontextualizados, sobrevalorando a unos y subvalorando a otros. La relación entre docente y alumnos, esa de la que todas las teorías hablan y prometen apuntalar, es cada vez más distante. La relación entre escuela y familia está cada vez más rota. La tecnología suena muy bien en los discursos, pero en las escuelas se prohíbe el uso porque los chicos se distraen. Y se insiste en el error. Quedan aún más de 180 países para seguir copiando, ¿no?
 
Nuestro país ha sido cuna de grandes figuras. Y no me refiero al fútbol o al espectáculo solamente. Aquí han nacido pioneros en salud, líderes de la literatura, ejemplos en el mundo del arte. Y también grandes pensadores y educadores. Figuras que son consultadas en todo el mundo por su gran capacidad. Entonces, ¿por qué fallamos? Creo que la cuestión es bastante simple. Los argentinos merecemos un sistema educativo ARGENTINO. ¡No podemos seguir copiando nada! Culturalmente podemos tener semejanzas con algunos países de Latinoamérica, tenemos cercanía con las culturas española e italiana por nuestras raíces ancestrales, pero de todos modos ¡somos únicos! No puede ser que no podamos sentarnos a pensar una teoría educativa totalmente criolla. ¡Nos la debemos!
 
Claro está que los líderes políticos deben apoyar esta idea, alejada de intereses mezquinos. Pero también los educadores debemos ser quienes exijamos esto. Si sabemos que lo actual no funciona, si comprendemos que la educación va en picada, que siempre se nivela hacia abajo, etc, etc… ¡Digamos basta! Y creo firmemente que estamos en el momento ideal para hacerlo.

Carlos Durán

*Activista educativo. Reconocido educador mendocino y escritor de literatura infantil, que ha transitado las aulas por más de quince años. Se ha desempeñado en escuelas urbanas y rurales, en distintos niveles. Su inconformismo por el sistema lo ha llevado a buscar nuevos y mejores caminos para lograr la excelencia educativa.

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